top of page

Mercado Central de San José: 135 años de historia cultural

El Mercado Central es un vivo patrimonio idiosincrático cuyo carácter intangible es más valioso que el edificio que lo acoge.

Crédito: Todas las imagenes son de: www.sanjosewalkingtour.com/mercado-central/

De la plaza al mercado


Con el título “Proyecto de un mercado”, el 17 de febrero de 1849, apareció en el semanario oficial ‘El Costarricense’, una nota que decía: “Nos proponemos con esta idea, 1º establecer un mercado diario, decente y cómodo para la clase vivandera y para el pueblo, 2º reducir dicho mercado a un lugar exclusivo, pues no está bien en la plaza principal, y 3º dar a la Municipalidad un nuevo fondo que aunque de pronto demande un pequeño gasto, después de algunos años promete utilidad.”

Se trataba, en suma, de construir un edificio para albergar esa actividad en San José, que hasta el momento se realizaba a cielo abierto y sólo una vez por semana en lo que hoy es el Parque Central, tal y como era costumbre en muchas poblaciones de Hispanoamérica durante su fase de consolidación. No obstante, pasarían los años y el proyecto, aunque necesario, no se realizaría, como se desprende del relato costumbrista de Magón “Un día de mercado en la Plaza Principal”, que nos remonta a principios de la década de 1870:


“La Plaza Principal, con su baranda de hierro, sus hermosos higuerones e higuitos y su pila monumental, únicos testigos mudos de aquellas escenas, era el lugar de mercadeo a donde acudían los vendedores y compradores, unos en espera de la módica ganancia, los otros en busca del pan nuestro de cada semana.” Según el autor, la actividad en la plaza se extendía a las calles aledañas, llenando el modesto centro urbano de gran actividad y bullicio.

El último intento


En 1928, varios locales del Mercado presentaban las paredes agrietadas y la madera del techo apolillada, al punto de que amenazaban derrumbarse. Ante esa situación, la Municipalidad obligó a los arrendatarios a firmar un convenio en el que renunciaba a su responsabilidad en caso de un desastre. De modo que ese mismo año surgió la idea de construir del todo un nuevo mercado.


Según el ‘Diario de Costa Rica’ del 5 de mayo de 1928: “Se piensa en un edificio de dos pisos, techo de hierro y con todas las comodidades modernas”, que se ubicaría en la misma manzana. Con ese fin, agrega: “se abrirá un concurso en el que puedan participar los arquitectos. Entendemos que será internacional, para obtener mejores planos”. Sin embargo, aunque consta que se recibieron propuestas del extranjero, para mediados de 1929 el concurso en cuestión no se había realizado, por lo que la idea de reparar apenas el viejo edificio y construir pequeños mercados en la periferia urbana volvió a escucharse.

Propuesta de diseño para el “mercado oriental” a ubicarse al pie de Cuesta de Moras.

Ingenieros-arquitectos Ernesto Castro Fernández y Daniel Domínguez Párraga, 1914

Crecimiento y sustitución


Todos los pisos del edificio eran de piedra canteada, mientras que la estructura del techo era de madera, su cubierta de tejas de barro cocido y, hasta donde hoy puede determinarse, tenía una segunda planta sobre el pabellón frente a la avenida Central. Empero, el terremoto del 30 de diciembre de 1888 dio al traste con ese segundo piso y dañó buena parte de la techumbre restante.


La solución a tal desastre fue pragmática: se demolió la segunda planta dañada, se techaron aquellas cien varas, se reparó el resto de la cubierta y se le siguió dando uso al mercado. No era lo mejor, pero con otros 10 edificios públicos dañados, 36 casas caídas y más de 1500 inutilizadas o por reparar en la ciudad, era todo cuanto podía hacerse.


Durante la Administración Picado (1944-1948), lo empezó a construir la empresa Adela vda. de Jiménez e Hijos, pero ese Gobierno, en medio de las dificultades políticas que tuvo que enfrentar, no pudo continuarlo; por eso sólo se realizó la sección noreste del edificio, ubicada entre avenida 1 y calle 6. Dicho módulo todavía puede verse, junto a lo que sobrevive del mercado original después más de ciento treinta años: los pabellones oeste y la mitad del ubicado al norte; el resto, el pabellón sur y la mitad del pabellón este, se conserva a medias desde que sus fachadas fueron intervenidas a mediados de los años sesenta, para ser “modernizadas”.


Mientras todo lo anterior dejaba de ocurrir u ocurría sólo a veces, el interior del Mercado Central se fue convirtiendo en un caos espacial que refleja bien la falta de coherencia arquitectónica y constructiva que hoy revela su exterior: una muestra más de nuestra inveterada incapacidad para hacer-ciudad. Con todo, es ahí dentro donde la cultura popular costarricense tiene un reservorio insustituible, un vivo patrimonio idiosincrático cuyo carácter intangible es más valioso aún que el edificio que lo acoge.


Quizá por eso, lugar de abastos y de pregones, de tramos y vendedores, es que las gentes siguen yendo al Mercado Central de San José, como decía el autor ‘Gato Viejo’ al terminar aquella, su amena crónica.

bottom of page